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Relato ganador del concurso de relatos cortos con motivo de la Semana de la Mujer 2022

OJOS-AZULES-1

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A mis abuelas, a mis tías y a mi madre.

Ojos azules

Era la tercera vez que me miraba de reojo, con sus ojillos achinados, vidriosos y algo pícaros, con sus pupilas de un azul intenso que ,en su juventud, debieron brillar intensamente y que, ahora sólo reflejaban el cansancio de una vida que había sido al compás de larga, muy dura.

– Abu, di lo que estás deseando preguntar desde que entré por esa puerta._ le dije mientras me giraba levemente.
– ¿Yo?_ dijo como si se hubiese sorprendido.
– ¡Si tú!. Venga Abu, te conozco y cuando pones esa mirada en mí, queriendo decir sin
hacerlo es que tramas algo, las abuelas no dais puntá sin hilo, como tú bien me enseñaste de niña._ Y le sonreí.
– ¡ Ya estamos !, que si me miras es porque quieres preguntar y, si al final pregunto es
que me meto en tu vida. ¡ releñe con la juventud!_ protestó.
– Abu, pregunta, y así nos quedamos las dos tranquilas._ dije ya por terminar la
conversación.
– Pues si, ahora que lo dices, llevo ya unos días que quiero preguntarte por ese novio
tuyo que ya no viene por aquí._ Y por fin, lo soltó.
– ¿ A qué novio te refieres?_ le pregunté haciéndome la despistada.
– A ese que trajiste la semana pasada, con una moña aquí arriba que parecía un pájaro
carpintero._ Dijo señalándose la parte superior de la cabeza.
– Abu, ese chico se llama Jesús y no es mi novio._ le argumenté con toda la paciencia
que pude.
– ¡ Releñe! ¿No es tu novio y te fuiste con él un fin de semana por ahí, no sé dónde
porque no se lo pude sonsacar a tu madre?._ Preguntó así de directa.
– Eso no significa nada, además ya hemos terminado._ le contesté tajantemente.
– A ver que yo lo entienda nieta, te vas con él y pasaríais la noche en el mismo sitio…_
aclaró vocalizando muy despacio.
– Si, claro._ dije yo rotundamente.
– ¡ Madre del Amor Hermoso!. ¡Entonces, lo que te ha pasado ya sé yo lo que es!_ dijo
subiendo la voz, porque levantarse de la silla le hubiese costado más trabajo.
– ¿ Qué ha pasado, según tú, Abu?_ le interrogué, porque yo también quería que me
diese su versión de los hechos.
– ¡ Que el muchacho no quiere cumplirte ahora!_ dijo a pleno pulmón.
– ¡ Por favor!, ¡no es eso!_ repuse con firmeza.
– En mis tiempos, un hombre le cumplía a su novia, y si no, lo buscaba el padre y lo
traía bien derechito, con el cañón apuntando la espalda. _ afirmó mientras subía la mano y apuntaba como si tuviese un arma de verdad.
– ¡ABUELA…!_ ya no podía contenerme más.
– ¡No te pongas así, que eso mismo hizo tu abuelo con tu padre!_ comentó por lo bajo,
pero aún así lo oí.
– Pues se podía haber estado quieto el abuelo…_ comenté yo en el mismo tono de voz.
– Si, en eso tienes razón…, primero lo buscó para traerlo a la fuerza, y después, le
apuntó para que no volviese a poner los pies en esta casa. _ dijo con rotundidad.
– Si, Abu, me acuerdo y no me gustaría hacerlo._ lo dije como un pensamiento en voz
alta.
– Pues, aunque duela hay que acordarse, eso mismo le digo a tu madre, que lo que
tiendes a olvidar puede volver a ocurrir por la falta de no tenerlo presente._ lo dijo como una sentencia.
– Abu, déjalo correr, hace ya mucho tiempo._ expuse, queriendo acabar con la
conversación.
– ¡Leche! ¡ qué manía, nieta!, que yo no quiero revivir aquello, pero tampoco olvidarlo como si no hubiese pasado. Que tu abuelo , que en paz descanse, tuvo que tragase su orgullo, que era mucho, y pasar la vergüenza que pasó…_ afirmó con voz quebrada.
– Abu, ¡vergüenza ninguna!, ¡Estaban maltratando a su hija!_ y, ahora sí, subí la voz.
– Eso es ahora, pero antes que un padre echara a su yerno por darle un guantazo a su
mujer era otra cosa._ dijo, ya algo más repuesta.
– Es que el abuelo era un adelantado a su tiempo_ dije con una leve sonrisa.
– Eso puede ser, tenía sus cosas, no quería que saliese pintada a la calle porque yo era
buena moza, y él se ponía muy celoso; además, ¡que yo no salía ni al portal de la calle si él no venía conmigo!. Pero, vamos, ¡cuando ese desgraciado le puso la mano a su niñita lo tuvo bien clarito!, ¡ a la calle y no vuelvas!._ lo dijo poniendo tanto énfasis que casi se le cae la dentadura.
– Abuela, que tienes la lengua muy suelta esta tarde…_ le reñí.
– Perdóname, cosas de mayores, reflexiones de personas que estamos al final de la
carrera, casi llegando a la meta._ murmuró entre una mueca de risa y seriedad.
– Abu, a ti te quedan, todavía, unos cuantos kilómetros._ y la besé.
– Bueno, no me cambies de tema, el muchacho ese…_ dijo para llevarme otra vez a su
terreno.
– Jesús_ le dije recordándole el nombre.
– Ese que se llama como nuestro señor, pero sólo se le parece en el nombre._ espetó.
– Pues, eso Abu, que no lo tenía claro, y lo he dejado. _ le comenté como cuando le
tienes que explicar algo a un niño.
– ¡ Virgen Santísima! ¿ Tú lo has dejado?._ dijo bastante sorprendida.
– Si, definitivamente._ dije mirándola a los ojos.
– Cariño, y, ¿ por qué si puede preguntártelo esta viejita entrometida?_ soltó
aprovechando esa sonrisa picarona.
– Porque Abu, tenía claro que no quería que la historia se repitiese…_ dije , y esta vez
sí que no pude disimular la tristeza para que no se diese cuenta.
– ¡Niña mía!_ Exclamó, esta vez levantándose de la silla como pudo_ ¿ Ves como te ha
servido la memoria?, No para odiar, sino para valorar cómo enfrentarte a la vida en el momento en que se te presenta una situación similar a la que quisiste enterrar. La memoria, nieta, no debe guardar rencor alguno, sólo mantener vivo el recuerdo para que ciertos sucesos no vuelvan a ocurrir. ¡ Estoy muy orgullosa de ti!_ terminó su discurso y se sentó porque ya sus piernas no le sujetaban el cuerpo.
– Abu, y yo de ti._ le dije abrazándola muy fuerte.
– Nieta, digo yo, que aunque durmieseis juntos en aquel viaje, sería conveniente que un
futuro novio no se enterase._ me susurró al oído mientras se prolongaba el abrazo.
– ¡ABUELA!_ me separé de golpe.
– ¿ Qué?, ¡leche, una mentirijilla!_ dijo sonriendo y dándome un suave azote.
– Abu, en estos tiempos eso no tiene la importancia que tenía en los tuyos; ahora existe
libertad sexual para la mujer que, por desgracia, ni tú ni mi madre pudisteis disfrutar._ alegué.
– ¡ Por desgracia!, ¡Tú lo has dicho! Si yo volviera, no iba a ser tu abuelo el único que
no fuese virgen al matrimonio. _ argumentó ya con una gran sonrisa, enmarcada por unas arrugas propias de su edad.
– ¡ Eso Abu, así se habla!_ dije, saltando de alegría.
– ¡Madre mía!, espero que tu abuelo no lo haya escuchado allá donde esté._ afirmó
mirando hacia el techo.
– Lo siento, abu, siento la vida tan dura que habéis llevado mi madre y tú._ comenté a
modo de homenaje.
– ¿ Qué habláis?. ¡Parece que he oído algo sobre mí…!_ soltó mi madre, que apareció
de repente tras el cristal de la puerta que daba acceso al patio.
– Nada hija, que la tuya ha dejado al novio, que la mujer tiene, afortunadamente,
libertad sexual y poder de decisión sobre su vida, y que, nosotras hemos contribuido a que estas nuevas generaciones de mujeres, como mi nieta, puedan tener las libertades que a nosotras nos faltaron._ dijo de tirón, sin atrancarse y con rotundidad.
– Mamá, Abu, os quiero…_ les dije con lagrimas en los ojos y las abracé.
Vuelve a quedarse pensativa, ahora ya no me mira sino que dirige sus profundos ojos de azul intenso hacia el infinito y esboza una sonrisa.

Espero que hayáis disfrutado leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.
Mª José Alfonso García.